Anverso:
Obra de composición ovalada, con moldura de madera y aplicaciones de bronce. Dentro de ella sobre un fondo oscuro aparece el escudo nacional, compuesto por tres secciones. La lado izquierdo del escudo sobre un fondo celeste, se aprecia una vicuña; al lado izquierdo, sobre un fondo blanco se aprecia el árbol de la quina y en la parte inferior, sobre un fondo rojo se visualiza una cornucopia que derrama monedas de oro. Toda la composición esta rodeada de banderas que forman la composición del escudo, listones y corona de hojas en la parte superior del escudo. Desde su creación en 1825, se encargaron versiones del escudo nacional para colocarse en distintas dependencias públicas. Pero el ejemplar más antiguo que conocemos es este, pintado por Leandro Cortés en 1832 para la Casa de Moneda de Lima. Muestra el símbolo nacional tal y como fue ideado por el geógrafo José Gregorio Paredes y el pintor y dibujante Francisco Javier Cortés. En él aparecen representados la vicuña, el árbol de la quina y la cornucopia o cuerno de la abundancia, los que aluden —respectivamente— a las riquezas naturales del país en los reinos animal, vegetal y mineral. Aunque estos elementos remarcan las posibilidades comerciales del país, en su momento no tuvieron un sentido puramente económico. Se creía que la abundancia de recursos dependía de la influencia benéfica del medio geográfico, y que esta también abarcaba a los seres humanos. La elección de estos símbolos tenía, además, otra intención. Al descender de los conquistadores españoles, la elite limeña de inicios de la república evitó identificar al Perú con algún elemento del pasado prehispánico, porque eso podía contradecir su posición privilegiada. Tampoco podía plantear la idea de una cultura compartida por todos en un país caracterizado precisamente por la diversidad étnica. Su solución fue pensar en el Perú como un territorio, compartido por distintos grupos humanos.