#: locale=es
## Tour
### Description
tour.description = Recorre virtualmente la exposición de la artista peruana Alice Wagner en la Sala Temporal del MUCEN.
### Título
tour.name = MUCEN - Tour Virtual - Mantos y otros fantasmas
## Skin
### Botón
Button_02ACCBB0_220E_46F2_41B6_D5C17E7C80D3_mobile.label = Visitar Web
Button_0CF40871_1CC5_666C_41B2_09BF99F3F5C3.label = Colección del MUCEN Numismático
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Button_0CF41871_1CC5_666C_419F_C3F8CE8C9C77.label = Bienvenida al MUCEN Numismático
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Button_0CF42871_1CC5_666C_41B8_C2DD744C34C1.label = Audio-guías
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Button_0CF48872_1CC5_666C_41B6_EB0C6F84FAA4.label = Colección de medallas
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Button_0CF49872_1CC5_666C_4165_A807E3541566.label = La importancia de las balanzas
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Button_0CF4A872_1CC5_666C_41B4_5DE5B62D35A2.label = Virgen de la Leche
Button_0CF4A872_1CC5_666C_41B4_5DE5B62D35A2_mobile.label = Virgen de la Leche
Button_0CF4C872_1CC5_666C_41A8_1D9B0FBAB0E1.label = Salón Cuadra de Estrado
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Button_0CF4D872_1CC5_666C_41B9_F0DD5F41ECA8.label = Fabricación de cospeles en la Fielatura
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Button_0CF4E871_1CC5_666C_41B4_DC9F34D4574B.label = Historia de la Casa Nacional de Moneda
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Button_0CF4F871_1CC5_666C_41B4_F412A86D381F.label = El Tribunal Mayor de Cuentas
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Button_0CF53872_1CC5_666C_41AF_B0287CBF50A3.label = La seguridad y las cajas fuertes
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Button_0CF54872_1CC5_666C_41A2_605392FDDAF6.label = Volante de San Andrés Apóstol
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Button_0CF55872_1CC5_666C_41B0_22FD4B88A544.label = El canal Huatica y el acceso al agua
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Button_0CF56872_1CC5_666C_41B8_0FEE802F13BB.label = El paso a la acuñadora automática
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Button_0CF57872_1CC5_666C_41B9_2F0DA5026AB0.label = Taitacha Temblores
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### Menú Desplegable
DropDown_13C02819_1CC5_65DC_41A7_BF34C4D9B4A5.label = Obras
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DropDown_13C2081A_1CC5_65DC_41B7_34BFC4B0015F.label = Colección de Pinturas
DropDown_13C2081A_1CC5_65DC_41B7_34BFC4B0015F_mobile.label = Colección de Pinturas
DropDown_13C2181A_1CC5_65DC_41B1_A749391425DC.label = Audio-guías
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### Texto Multilinea
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LA CRISIS SACRIFICIAL
Texto por Gustavo Buntinx
Alguna clave inconsciente de esta exposición podría encontrarse en la recurrencia de una imagen incisiva, reconocible aun cuando se la emboza bajo los pliegues ––textiles o cerámicos–– de secadores y frazadas, “fantasmas” y “mantos”.
Esa presencia inquietante es la del ominoso “tumi”, popularmente asociado a la cultura Chimú: el cuchillo otrora ritual que el turismo y la decoración incorporan de las maneras más banales a la cultura de masas. Desde la que, no obstante, sus insinuaciones sacrificiales infiltran ––y perturban–– nuestra cotidianeidad.
Esta exposición está también dirigida ––entre tantas otras cosas–– a explorar esa turbación reprimida. Y sus proyecciones más complejas: sin proponérselo de manera deliberada, la intuición poética de Wagner hurga en la crisis sacrificial, una decisiva categoría antropológica acuñada por el antropólogo francés René Girard para comprender la oscura relación entre la violencia y lo sagrado en las sociedades ancestrales. Y en otras más contemporáneas cuya modernización fallida destruye la eficacia simbólica de los ritos controladamente sangrientos, sin construir en su reemplazo una verdadera administración autónoma de justicia. La desintegración de un Orden, sin otro comparable que lo sustituya, desemboca en la generalización de la violencia recíproca.
La violencia personal y física ––la venganza–– pero también la social de una comunidad que se disgrega. Y, en particular, la violencia simbólica de una modernidad que vacía de sentido los íconos otrora sagrados. E incluso los profana.
A veces del modo más literal y terrible, como en el robo y mutilación del gran tumi de oro que en 1982 anunció, sin saberlo, la traumática fragmentación de nuestro país durante esa década. Una premonición simbólica aquí evocada por la inserción de un tumi espectral en la gran vitrina de la bóveda del MUCEN que blinda a los tesoros áureos de nuestra antigüedad.
Una fantasmagoría, una aparición transmitida a esta sala mediante cámaras de seguridad que devienen así en instrumentos postmodernos para el arte alegórico, transtemporal, de Alice Wagner.
Tan arcaico y tan actual.
___
"MANTOS Y OTROS FANTASMAS"
Texto curatorial por Gustavo Buntinx
El sentido RADICAL de esta exposición podría resumirse en el mínimo pero decisivo juego ortográfico de su propio título. Casi un desliz, que sin embargo revela toda la ambigüedad ––LA AMBIVALENCIA–– acechante tras la apariencia banal de ciertas iconografías RAIGALES, desperdigadas en objetos modernos de usos cotidianos, utilitarios, “ordinarios”…
Como las FRAZADAS POPULARES, bajo cuya decoración rutinaria ALICE WAGNER ha sabido percibir un imaginario inquietante de LATENCIAS ancestrales. MANTAS comunes que inconscientemente añoran la función ritual de los antiguos MANTOS funerarios. Aquellos textiles, con frecuencia espléndidos, que envolvían al muerto para ARROPARLO y acompañarlo en sus tránsitos hacia formas renovadas de existencia.
Un MALLKI: esa crucial categoría quechua que condensa los sentidos aparentemente encontrados de CADÁVER y FETO y SEMILLA.
Una sacralidad ahora rota, DERROTADA por nuestra modernidad profana. O PROFANADA. Sin embargo, algo de esa densidad perdida sobrevive en el ansia de SOBRESIMBOLIZACIÓN ORNAMENTAL que aflora en la ERIZADA piel de estas frazadas. Así telúricamente lo sugiere Wagner al reinterpretar como cerámica rota las actuales iconografías textiles del TIGRE, la vicuña, el CÓNDOR, entre otras más claramente asociadas al imaginario prehispánico.
Al igual que en los GUARDAFANGOS, podríamos atisbar en esas representaciones populares una suerte de UMBRAL SIMBÓLICO: la transición, quizás, entre la imagen campesina y la nueva cultura de masas que incorpora al MIGRANTE. Un devenir confuso en el que se prolonga, HECHO PEDAZOS, alguna ensoñación atávica. Como UN TOTEMISMO RESIDUAL.
La sobrevida dislocada de UNA PSIQUE ANTERIOR.
Un inconsciente colectivo, que se infiltra y aflora incluso en las más personales memorias de infancia. Con la intensidad adicional de otros restos míticos connotados por la materialidad misma de esas COBIJAS: esa “ropa de cama y sobre todo la de abrigo” que, convertida en verbo, significa también “dar refugio, guarecer”, “amparar a alguien, dándole afecto y protección”. Sin saber sabiendo, las definiciones de esa palabra ofrecidas por la Real Academia Española aluden a ciertas explicaciones primordiales del arte ensayadas en el pensamiento alemán por MARTIN HEIDEGGER. Asociadas, además, a varias de sus categorías filosóficas mayores: el EXISTIR, el HABITAR, el CUIDAR.
Condiciones esenciales del SER en que el arte ejerce ––ejercía–– una función crítica. Dar MORADA y ALBERGUE.
Una función cardinal luego fragmentada y DISPERSA, que hoy se proyecta sobre LA VIOLENCIA DE LOS TIEMPOS. Como estas obras sesgadamente evidencian. Sin querer queriendo.
Esa intuición define uno de los aspectos distintivos de la propuesta de Wagner: su trabajo reconoce los ASOMOS anteriores de la frazada popular en el quehacer de otros artífices, pero al mismo tiempo somete ese homenaje a las evidencias físicas de un TRAUMA. Como en el hallazgo de una pieza única, proporcionada por MICROMUSEO, cuya desaparición en el mercado es también su extinción en la historia: la frazada “TÚPAC AMARU”, creada hacia 1975 con los símbolos de un régimen que de inmediato dejaría de existir, al arruinarse también sus estructuras económicas. Incluyendo las de la propia cooperativa que concibió aquel diseño INCONEXO. Un diseño igualmente FRAGMENTADO en la reinterpretación de Wagner por los QUIEBRES que ella le impone a su soporte ahora cerámico.
En esa condición de deliberada FRACTURA, las piezas aquí principales no ilustran sino incorporan la gran ruptura contemporánea. Del MITO, del RITO, del propio SENTIDO. Del SENTIR, casi. Pero lo hace en clave incisivamente local y actual ––POSTANDINA, digamos–– y por ello mismo, esencialmente universal.
PRIMORDIAL, en el momento preciso en que esa categoría TRASTABILLEA.
Pero además se TRANSMUTA: lo que estos Mantos en esencia proponen es LA TRANSUBSTANCIACIÓN DE LA TELA EN BARRO. Una materialidad antigua y nueva, aquí valorada también por su FRAGILIDAD.
Cada una de las piezas centrales exhibe las RUPTURAS inevitables durante ese tránsito forzado de volúmenes y técnicas. Y cada uno de esos quiebres exalta las huellas de su REPARACIÓN. Siempre insuficiente, y por ello mismo tanto más expresiva.
Un quiebre asimismo para la propia CONDICIÓN HUMANA.
Que AGONIZA.
También en términos HISTÓRICOS.
Que Wagner redime en términos POÉTICOS.
Pero no menos POLÍTICOS por ello.
Y ESPIRITUALES.
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"MANTOS Y OTROS FANTASMAS"
Texto curatorial por Gustavo Buntinx
El sentido RADICAL de esta exposición podría resumirse en el mínimo pero decisivo juego ortográfico de su propio título. Casi un desliz, que sin embargo revela toda la ambigüedad ––LA AMBIVALENCIA–– acechante tras la apariencia banal de ciertas iconografías RAIGALES, desperdigadas en objetos modernos de usos cotidianos, utilitarios, “ordinarios”…
Como las FRAZADAS POPULARES, bajo cuya decoración rutinaria ALICE WAGNER ha sabido percibir un imaginario inquietante de LATENCIAS ancestrales. MANTAS comunes que inconscientemente añoran la función ritual de los antiguos MANTOS funerarios. Aquellos textiles, con frecuencia espléndidos, que envolvían al muerto para ARROPARLO y acompañarlo en sus tránsitos hacia formas renovadas de existencia.
Un MALLKI: esa crucial categoría quechua que condensa los sentidos aparentemente encontrados de CADÁVER y FETO y SEMILLA.
Una sacralidad ahora rota, DERROTADA por nuestra modernidad profana. O PROFANADA. Sin embargo, algo de esa densidad perdida sobrevive en el ansia de SOBRESIMBOLIZACIÓN ORNAMENTAL que aflora en la ERIZADA piel de estas frazadas. Así telúricamente lo sugiere Wagner al reinterpretar como cerámica rota las actuales iconografías textiles del TIGRE, la vicuña, el CÓNDOR, entre otras más claramente asociadas al imaginario prehispánico.
Al igual que en los GUARDAFANGOS, podríamos atisbar en esas representaciones populares una suerte de UMBRAL SIMBÓLICO: la transición, quizás, entre la imagen campesina y la nueva cultura de masas que incorpora al MIGRANTE. Un devenir confuso en el que se prolonga, HECHO PEDAZOS, alguna ensoñación atávica. Como UN TOTEMISMO RESIDUAL.
La sobrevida dislocada de UNA PSIQUE ANTERIOR.
Un inconsciente colectivo, que se infiltra y aflora incluso en las más personales memorias de infancia. Con la intensidad adicional de otros restos míticos connotados por la materialidad misma de esas COBIJAS: esa “ropa de cama y sobre todo la de abrigo” que, convertida en verbo, significa también “dar refugio, guarecer”, “amparar a alguien, dándole afecto y protección”. Sin saber sabiendo, las definiciones de esa palabra ofrecidas por la Real Academia Española aluden a ciertas explicaciones primordiales del arte ensayadas en el pensamiento alemán por MARTIN HEIDEGGER. Asociadas, además, a varias de sus categorías filosóficas mayores: el EXISTIR, el HABITAR, el CUIDAR.
Condiciones esenciales del SER en que el arte ejerce ––ejercía–– una función crítica. Dar MORADA y ALBERGUE.
Una función cardinal luego fragmentada y DISPERSA, que hoy se proyecta sobre LA VIOLENCIA DE LOS TIEMPOS. Como estas obras sesgadamente evidencian. Sin querer queriendo.
Esa intuición define uno de los aspectos distintivos de la propuesta de Wagner: su trabajo reconoce los ASOMOS anteriores de la frazada popular en el quehacer de otros artífices, pero al mismo tiempo somete ese homenaje a las evidencias físicas de un TRAUMA. Como en el hallazgo de una pieza única, proporcionada por MICROMUSEO, cuya desaparición en el mercado es también su extinción en la historia: la frazada “TÚPAC AMARU”, creada hacia 1975 con los símbolos de un régimen que de inmediato dejaría de existir, al arruinarse también sus estructuras económicas. Incluyendo las de la propia cooperativa que concibió aquel diseño INCONEXO. Un diseño igualmente FRAGMENTADO en la reinterpretación de Wagner por los QUIEBRES que ella le impone a su soporte ahora cerámico.
En esa condición de deliberada FRACTURA, las piezas aquí principales no ilustran sino incorporan la gran ruptura contemporánea. Del MITO, del RITO, del propio SENTIDO. Del SENTIR, casi. Pero lo hace en clave incisivamente local y actual ––POSTANDINA, digamos–– y por ello mismo, esencialmente universal.
PRIMORDIAL, en el momento preciso en que esa categoría TRASTABILLEA.
Pero además se TRANSMUTA: lo que estos Mantos en esencia proponen es LA TRANSUBSTANCIACIÓN DE LA TELA EN BARRO. Una materialidad antigua y nueva, aquí valorada también por su FRAGILIDAD.
Cada una de las piezas centrales exhibe las RUPTURAS inevitables durante ese tránsito forzado de volúmenes y técnicas. Y cada uno de esos quiebres exalta las huellas de su REPARACIÓN. Siempre insuficiente, y por ello mismo tanto más expresiva.
Un quiebre asimismo para la propia CONDICIÓN HUMANA.
Que AGONIZA.
También en términos HISTÓRICOS.
Que Wagner redime en términos POÉTICOS.
Pero no menos POLÍTICOS por ello.
Y ESPIRITUALES.
EXPOSICIÓN "MANTOS Y OTROS FANTASMAS"
EXPOSICIÓN "MANTOS Y OTROS FANTASMAS"
___
LA CRISIS SACRIFICIAL
Texto por Gustavo Buntinx
Alguna clave inconsciente de esta exposición podría encontrarse en la recurrencia de una imagen incisiva, reconocible aun cuando se la emboza bajo los pliegues ––textiles o cerámicos–– de secadores y frazadas, “fantasmas” y “mantos”.
Esa presencia inquietante es la del ominoso “tumi”, popularmente asociado a la cultura Chimú: el cuchillo otrora ritual que el turismo y la decoración incorporan de las maneras más banales a la cultura de masas. Desde la que, no obstante, sus insinuaciones sacrificiales infiltran ––y perturban–– nuestra cotidianeidad.
Esta exposición está también dirigida ––entre tantas otras cosas–– a explorar esa turbación reprimida. Y sus proyecciones más complejas: sin proponérselo de manera deliberada, la intuición poética de Wagner hurga en la crisis sacrificial, una decisiva categoría antropológica acuñada por el antropólogo francés René Girard para comprender la oscura relación entre la violencia y lo sagrado en las sociedades ancestrales. Y en otras más contemporáneas cuya modernización fallida destruye la eficacia simbólica de los ritos controladamente sangrientos, sin construir en su reemplazo una verdadera administración autónoma de justicia. La desintegración de un Orden, sin otro comparable que lo sustituya, desemboca en la generalización de la violencia recíproca.
La violencia personal y física ––la venganza–– pero también la social de una comunidad que se disgrega. Y, en particular, la violencia simbólica de una modernidad que vacía de sentido los íconos otrora sagrados. E incluso los profana.
A veces del modo más literal y terrible, como en el robo y mutilación del gran tumi de oro que en 1982 anunció, sin saberlo, la traumática fragmentación de nuestro país durante esa década. Una premonición simbólica aquí evocada por la inserción de un tumi espectral en la gran vitrina de la bóveda del MUCEN que blinda a los tesoros áureos de nuestra antigüedad.
Una fantasmagoría, una aparición transmitida a esta sala mediante cámaras de seguridad que devienen así en instrumentos postmodernos para el arte alegórico, transtemporal, de Alice Wagner.
Tan arcaico y tan actual.